lunes, 25 de mayo de 2015

98- Dudas.

El fin de semana había finalizado y los primeros rayos de luz se colaron en la habitación de Julie, anunciándole que era lunes 6 de septiembre de 2032.

Se despertó puntual, como siempre, e hizo lo que normalmente hacía por las mañanas. Desayunó con su familia y después se aseó y se vistió. Una vez todo preparado, Nathan y Julie se dirigieron juntos a la escuela.

Normalmente caminaban en silencio pero esa vez a Julie le pareció incómodo. Notó la tensión de Nathan, algo que le puso muy nerviosa. Decidió romper el silencio.

-Conque castigado hasta el siglo que viene, ¿eh?- optó por una broma pero, al parecer, a Nathan no le resultó gracioso.

El día anterior, domingo, a Nathan le había caído una bronca monumental por haber bebido en la fiesta de Reynolds. Julie escuchó los gritos de su madre Emma durante horas y horas.

-Claro. Soy un estorbo para esta familia mientras que tú eres la Santa- le espetó él ariscamente. A Julie le hirieron sus palabras- ¡Nathan, mira a Julie! ¡Julie es mejor que tú, toma ejemplo! ¡Julie...!- imitó con voz aguda la voz de sus padres, forzando una sonrisa como si se burlara de ellos.

Julie frunció el ceño. ¡Aquello no era verdad! Miró a Nathan. El chico aún tenía la sonrisa forzada y seguía citando más frases.

-¡No exageres! Mamá se enteró de que hice pellas el primer día- le contó ella y su hermano arqueó una ceja, dudoso- ¡y me ha castigado!

-¿Y qué castigo te ha impuesto?

-Estoy obligada a ir a toooooodas las fiestas hasta que cumpla los dieciocho.

A Nathan se le desencajó la mandíbula, de modo que rozó el suelo. Parecía totalmente sorprendido y a la vez herido.

-¡Injusto! ¡Eso es muy injusto!- gritó él con furia, mirando a su hermana con odio- ¡no es ningún castigo! ¡Es un regalo!

-Pero para mí no es ningún regalo. Odio esas fiestas.

Nathan cruzó de brazos y miró hacia el suelo. Estaba muy enfadado y Julie le oyó murmurar por lo bajini cómo despotricaba contra sus padres.

De repente, vio a su mejor amiga a lo lejos. Llevaba la mochila colgada en el hombro y estaba algo más desarreglada de lo habitual. Ella venía desde un cruce hacia la calle principal, donde andaban los Styles, por lo que Frankie les vio. Pero en vez de acercarse a ellos, como hacía habitualmente, apretó el paso para alejarse lo más lejos posible de Julie y Nathan.

Julie estaba alucinada. Le fulminó a su hermano con la mirada.

-¿Qué?- soltó él alzando ambos brazos para justificar su inocencia.

-Frankie estuvo muy rara después de la fiesta del sábado.

Frankie no le dijo ni una palabra durante el trayecto hacia su casa en coche y, al llegar, se había ido corriendo a dormir. Al día siguiente, cuando despertó, se despidió cortamente y se fue sin dar ni una explicación. ¡Incluso había bebido!

-¿Y qué tengo que ver yo con esto?

Julie arqueó una ceja.

-Nathan. ¿Sabes que las personas que más conozco sois Frankie y tú?- le dijo ella, dejándole claro que era imposible engañarla.

Nathan suspiró y bajó la mirada, debatiéndose si contárselo a su hermana o no. Por una parte, quería contárselo para que Julie le pudiera explicar por qué demonios Frankie le había dado una bofetada después de besarla ya que era una chica, que eran muy raras, y su mejor amiga; pero por otra parte... No quería que nadie supiera que estaba colado por Frankie.

Decidió contárselo.

-¿Qué?- Julie abrió la boca y empezó a tartamudear, sin dar crédito a lo que le acababa de contar Nathan- ¿qué os habéis dado un beso? ¿Frankie y tú?

Nathan asintió con la cabeza.

-Sí pero porqué estás tan...

-¡Mi mejor amiga y mi propio hermano dándose el lote en la fiesta!- gritó Julie y, de alguna manera, Nathan supo que estaba reprendiéndole. No le gustaba la idea de que hubiera besado a Frankie- ¡Nathan!

-¿Qué pasa? ¡Tampoco es tan grave, Julie!

La aludida se llevó una mano a la cabeza, exasperada. Resopló, sorprendida y frustrada.

-Puedes ir besando a quién quieras, Nathan. No te juzgo pero... ¿A Frankie? Ella es mi mejor amiga- Julie bajó la mirada, algo decepcionada y enfadada con su hermano menor.

Nathan entendió lo que Julie había pensado.

-No me he aprovechado de ella- se defendió.

Julie había tratado de insistirse mentalmente en que era imposible que Nathan sintiera algo por Frankie pero parecía que era verdad. Tenía que asumirlo.

-¿Y qué pasó después?- le preguntó la chica, una vez aceptado la verdad.

Notó que el rostro de Nathan se había oscurecido un poco. Por un momento vio dolor en sus ojos aunque no supo si era imaginación suya.

-Me dio una bofetada.

-¿Cómo?- exclamó Julie, sorprendida. Había esperado cualquier respuesta menos esa; Frankie nunca pegaba a nadie.

-Pues sí... Dijo que no la volviera a besar y se largó.

Y más tarde se emborrachó, de eso estaba segura. Algo le debería haber sentado mal y Julie paró un momento para reflexionar. ¿Qué podría ser? Pronto obtuvo la respuesta, al acordarse de algo.

-Le dije a Frankie que te estabas aprovechando de ella, que jamás habías sentido nada por nadie y que ella era una chica más de tu lista...- se mordió el labio. Sofía y Julie le dijeron todo aquello durante la comida que se había celebrado en la casa de los Styles el sábado a mediodía.

-¡Joder, Julie!- chilló de la rabia- ¿cómo has podido decirle eso? ¡Ahora piensa que soy un...!

-Es que eso es lo que reflejas. Eso es lo que haces ver a los demás- contestó su hermana y el muchacho bajó la vista, derrotado.

Resopló, llevándose una mano al pelo. Estaba claro que tenía que hacer algo para recuperarla.

~~~


Julie abrió la puerta de la taquilla para sacar los libros que iba a necesitar en las clases posteriores. Le pareció extraño no girarse para hablar con Frankie, pues, a su lado no había más que espacio vacío. Su mejor amiga había entrado a clase sin esperarla ni dirigirle ni una palabra.
Camino hacia la clase que le tocaba. De repente, mientras cruzaba el pasillo con varios compañeros suyos que también se dirigían hacia la clase de Trigonometría, le sonó el móvil. Julie frenó bruscamente y lo sacó.

Anónimo: buen lunes J


Frunció el ceño al leer el corto mensaje. ¿De quién se trataba? Podría ser de alguna directioner-hacker que había encontrado su número y no había dudado en hablarla. Le había pasado más de una vez. A su hermano le ocurría todas las semanas.

Julie: te diría lo mismo si supiera quién eres



Puso el móvil en silencio y lo guardó en el bolsillo trasero de sus vaqueros. Entró en clase y dirigió la vista hacia su sitio habitual, en tercera fila, pero lo que vio le sorprendió un montón. Frankie, que se sentaba siempre en la mesa de al lado, se había sentado en primera fila con Archer Fisher, el maloliente de la clase.

Con la decepción plasmada en el rostro, se sentó en su sitio correspondiente y miró la mesa vacía de su lado con pena. No era culpa suya lo que había ocurrido entre Frankie y Nathan.

Oyó el desagradable ruido al arrastrar una silla y, esperanzada, echó un vistazo para ver quién se había sentado a su lado. Su prima Sofía se sentó y colocó su mochila rosa en la silla.

-¡Hola!

Julie miró la mesa de la última fila, la mesa de Sofía, y vio que estaba vacía. Había dejado sola a su mejor amiga Aja para estar con ella. Le regaló una mirada de agradecimiento.

Sofía la miraba con curiosidad y con su típica sonrisa de pillina. Apoyó el codo en la mesa para sujetarse la cabeza.

-¿Con resaca?- bromeó Julie en voz baja aunque no hacía falta: en clase hacía mucho ruido. Todo el mundo hablaba. Incluso Frankie estaba hablando con Archer, el chico con el que se había sentado.

-Náh, ya se me ha pasado- se encogió de hombros y enseñó su característica media sonrisa de nuevo- tu hermano sí que debe de tener una resaca de las buenas.

-Ni que lo digas- se rió ella pensando en las quejas de Nathan del día anterior. Se había tomado, aproximadamente, cuatro paracetamoles a lo largo del día.

La risa de Sofía se entremezcló con la suya hasta que paró de reír, componiendo una cara más seria. Miró hacia delante.

-¿Santa Frankie y tú estáis peleadas?

Julie rodó los ojos al nombrar “santa” a su amiga. Si Sofía se enterara de que Frankie se había emborrachado en la fiesta del sábado...

-No sé.

Sofía se mordió el labio y volvió a mirar hacia delante, donde se situaba Frankie. Parecía exasperada.

-¿No sé? ¿Cómo que no sabes?

En ese momento, el profesor de Trigonometría entró a clase con su maletín marrón. Todos los alumnos se sentaron en sus respectivos asientos, sacaron el material correspondiente y se quedaron en silencio. El profesor Vaughn imponía mucho.

-Veo que mis clases de Trigonometría le interesan, señora Horan- comentó el profesor con sorna al ver a su alborotada alumna en tercera fila.

Sofía sonrió falsamente.

-Ya ves, profesor Vaughn. Usted y la trigonometría me inspiráis- la muchacha le siguió el juego. Toda la clase empezó a reír y el propio profesor también.

El señor Vaughn abrió el libro por la página donde habían quedado el otro día y siguió explicando sin parar de escribir en la pizarra. Julie intentó estar atenta pero su prima segunda no paraba de interrumpir su concentración.

-Dime que pasó en la fiesta. ¿Por qué no os habláis?

Julie puso los ojos en blanco. No pensaba decirle a Sofía que probablemente Frankie no le dirigía la palabra porque se había liado accidentalmente con su hermano. Frankie la mataría si se lo dijera. En un pis pás, todo el instituto se enteraría. Y, probablemente, en una semana, todo el pueblo. A veces, Sofía podía ser muy bocazas.

-¿Has hablado con Finn?

Julie tuvo la maravillosa idea de distraer a Sofía al nombrar a Finn Bloom. De repente, a Sofía le brillaron los ojos y empezó a cotorrear sobre él como una admiradora.

-...Y entonces, después de la pelea entre Zath y Finn, Aja me dejó entrar en su casa y le consolé. ¿Y sabes lo que me dijo? Te lo cito con sus propias palabras: gracias por tus palabras, Sophia. Eres muy buena chica.

Julie arrugó la nariz e intentó contener la risa.

-Te ha nombrado Sophia- señaló.

-Oh, es comprensible- ella se encogió de hombros y Julie no pudo evitar reír: Sofía odiaba que pronunciaran su nombre español mal. Acto seguido se tapó la boca pero fue demasiado tarde, el profesor Vauhgn la vio con cara de pocos amigos.

-Señorita Styles, ¿será que usted quiere compartirnos algo de su alocado fin de semana?

Julie enrojeció y notó todas las miradas de su clase en ella. Incluso Frankie se giró para verla.

-Estuve estudiando Trigonometría, profesor- contestó ella. Y no volvió a abrir la boca en toda la clase.

Media hora después, el timbre sonó ruidosa y firmemente. Todos los estudiantes, como si estuvieran compenetrados, se levantaron de golpe y recogieron los cuadernos para la siguiente clase.

Julie buscó a Frankie con la mirada y vio que su amiga ya se estaba marchando por la puerta con su compañero Archer Fisher, que siempre olía mal. Corrió hacia ellos y, una vez cerca, la nombró en voz alta. Su mejor amiga simuló no haberla escuchado y siguió hablando con Archer hasta que Julie tiró de ella con enfado.

-¿Se puede saber qué demonios te pasa? Llevas todo el día evitándome- le espetó Julie con la cara roja. No podía evitarlo.

Vio de reojo que Archer ponía los ojos como platos al ver a la buena de Julie tan furiosa. Se fue pitando. Mejor, pensó Julie.

-Pues piensas mal- le respondió Frankie sujetando con fuerza el libro de Trigonometría. Julie no pasó por alto su tono arisco.

-Las dos sabemos que se te da mal mentir- suspiró Julie mirando a su amiga con tristeza.

Frankie le devolvió la mirada y resopló, llena de angustia.

-Lo siento. Te he estado evitando porque me siento muy avergonzada por... A este paso seguramente tu hermano te lo habrá contado.

Julie asintió con la cabeza imperceptiblemente mientras asimilaba todo lo que le había dicho. Pronto entendió las evasivas de Frankie. No estaba enfadada sino abochornada por tener que hablar de ese tema con ella. Julie sabía que la culpa le carcomía por dentro.

-No te preocupes. Seguimos siendo amigas igual, Frankie.

La aludida soltó todo el aire que había estado conteniendo, aliviadísima. Le sonrió y abrazó a Julie con cariño.

-Uf, menos mal. Tenía miedo de que te enfadaras conmigo.

-¿Por qué tendría que enfadarme contigo? Mi hermano es un imbécil pero... Te gusta, ¿no?

Frankie bajó la mirada y no dijo nada por un instante.

-No lo sé. Estaba segurísima de que no pero después del beso... Me ha dejado algo trastocada porque...

-¡No hables del beso!- gritó Julie con repugnancia. Se imaginó a su mejor amiga y a Nathan besándose con efusividad: no fue algo digno de imaginar- Nathan es mi hermano y... puaj.

Frankie soltó una carcajada.

-Bueno. Pues tengo un lío en la cabeza pero eso no importa ahora- añadió ella mirando fijamente a su libro de texto, como si quisiera evitar la mirada de Julie- seguramente que en dos días ya habrá besado a diez tías más.

A Julie no se le había escapado la atracción que sentía Nathan por Frankie y quería comentárselo. Pero por otra parte no. Tenía miedo de perder a su amiga, no le gustaba la idea de que ambos salieran juntos.

Pero ella era su mejor amiga y tenía que contarle la verdad. Abrió la boca justo cuando Sofía la interrumpió.

-¡Anda! Qué poco duran vuestras discusiones- comentó ella con socarronería y su mejor amiga Aja Reynolds soltó una risita. En diez segundos, habían salido de clase para ir a la siguiente.

-Ahora tengo Biología- le dijo Frankie después de haber observado su horario, que estaba pegado en su carpeta de galgas.

Julie gruñó. Ahora tenían que separarse, pues, Julie odiaba Biología y, en vez de eso, daba Geografía.

Las dos chicas caminaron juntas por el largo pasillo. Julie y Frankie tenían los libros de la siguiente clase en la mano por lo que no le hicieron falta dirigirse a la taquilla de nuevo para recogerlos. En ese momento, Julie sacó el móvil.

-¿Uy, y ese mensaje desconocido?- le preguntó Frankie con el cuello estirado para ver la pantalla- ¿será algún anónimo malvado que te manda amenazas de muerte?- bromeó ésta haciendo alusión a lo que había vivido la madre de Julie, Emma.

Julie se rió mientras abría el mensaje.

Anónimo: me desearías un buen lunes igual. Soy Tom Swift xxxx



-¡Ostras!- chilló Frankie con una vocecita muy aguda- ¡está coqueteando contigo!

Julie releyó el mensaje y notó que su corazón palpitaba con fuerza. Le había caído tan bien que se sentía muy contenta de tener la oportunidad de charlar de nuevo con él.

Julie: como has conseguido mi número?



Frankie leyó el mensaje justo cuando su amiga lo envió.

-¿En serio, Julie? ¡Qué sosa eres!

-Ay, ¿y qué quieres que le ponga?- protestó ella leyendo de nuevo su mensaje. La verdad era que lo había sido pero... ¿qué iba a decirle a un chico que apenas conocía?

Frankie la miró como si fuera tonta.

-Él podría ser un buen candidato.

Julie descolgó la mandíbula, algo desconcertada por el inesperado comentario de su amiga. ¿Cómo podía decir algo así?

-¿Pero qué dices?- exclamó con fastidio.

-Créeme, ha buscado tu número para hablarte. Eso significa que le has interesado- le explicó Frankie genuinamente, como si ella fuera una experta en el amor.

El móvil vibró e inmediatamente las dos echaron un vistazo a la pantallita. Julie guardó su número de teléfono en sus contactos.

Tom: tengo mis fuentes ;)


Julie: y por casualidad alguno de esos fuentes no se llaman Sofía? (;

 

Tom: JAJAJA, me has pillado :P



A Frankie se le escapó una risita al leer la conversación. Julie, por su parte, guardó su móvil en el bolsillo trasero del pantalón.

-¿No vas a responderle?

-¿Y qué quieres que le diga?- se encogió de hombros.

Frankie miró alrededor y notó que todo el mundo estaba en clase ya. Frankie y Julie se separaron en distintos caminos para dirigirse a la siguiente clase.

-¡Podrías mandarle algún emoticono!- chilló Frankie sin alzar tanto la voz desde detrás de ella.

Julie, mientras caminaba hacia la clase de Geografía, se rió. Negó con la cabeza para sí misma. Sería muy cantoso.

~~~


Nathan había intentado evitar a toda costa hablar de la noche del sábado a pesar de las insistencias de su primo Colin. Le había preguntado mil veces qué había pasado y Nathan simplemente le había respondido con monosílabos y cambios de tema.

Pero no pudo evitar que Aisha y Heaven se acercaran a ellos a la hora del recreo. Aisha Malik iba súper alegre y casi dando botes, con el pelo liso y un vestido negro. Heaven, en cambio, iba muy despeinada y con una sudadera que le llegaba hasta las rodillas. Iba con la vista clavada en el suelo. Si no se hubieran besado el sábado, Nathan la habría abrazado con fuerza.

-¡Ey, chicos! ¡He sacado un 8,75 en Cultura Clásica!- dijo Aisha, visiblemente entusiasmada. Nathan suspiró de alivio, por un momento había pensado que su amiga podría estar contenta por el beso que se habían dado Heaven y él. Pero, al parecer, la pelirroja no se lo había contado.

-¿Exámenes ya?- inquirió Colin ante el silencio de los otros dos.

-No, sólo era una prueba de conocimientos del curso anterior. El profesor quiso examinarnos por si nos acordábamos de algo- le explicó Aisha, sonriente.

De repente, Colin y Aisha se enzarzaron en una conversación en la que Nathan no entendió nada. Se limitó a observar disimuladamente a Heaven, que no había movido los ojos desde que se había reunido con ellos.

Se quedaron así durante varios minutos hasta que un chico se acercó a ellos. Colin y Aisha dejaron de hablar y le miraron.

-Ey, Nathan- le saludó un compañero de clase, llamado Mark. Era, junto a él, uno de los más populares del instituto- ¿vienes a jugar al fútbol? ¿Y tú, Colin?

A Colin no le caía muy bien Mark por lo que negó con la cabeza y siguió hablando con su amiga. Mark miró a Nathan, esperando su respuesta. Justo en ese momento, Heaven desvió la vista para mirarle también; Nathan le devolvió la mirada y comprendió que tenían que hablar.

-En cinco minutos voy- le respondió. Mark asintió y se fue corriendo por donde había venido.

Sin necesidad de palabras, Nathan y Heaven se apartaron de los cotorras de sus amigos. Una vez a solas, después de que Heaven se sentara en el suelo y apoyara la cabeza con las manos, ambos hablaron a la vez.

-Esto, Heaven...

-Tengo que decirte...

Para alivio de Nathan, la pelirroja sonrió; eso era un indicio de que no estaba enfadada con él. Heaven le señaló con la barbilla para cederle la palabra. El joven carraspeó.
Muchas chicas habían corrido detrás de él después de haberlas besado y siempre había pasado de ellas. Sabía que las hacía daño pero nunca le había importado: se habían dejado llevar con suma facilidad.

Pero ese caso era muy distinto. Estaba ante una chica que la quería muchísimo y que era muy importante para él. ¿Cómo le diría que no sentía nada por ella?

-Bueno... Es obvio que quiero hablar del beso que nos dimos el sábado...

-Ya.

Notó mucha tristeza en su voz. Se preguntó si estaba triste por él. Aquello le hizo hundirse aún más. Nathan se agachó para estar a la altura de la pelirroja.

-Estaba muy borracho- declaró Nathan intentando por todos los medios ser delicado.

Heaven se quedó mirándole, inmutable. Nathan no pudo ver si estaba enfadada, o dolida, o contenta o si le daba igual. Heaven llevaba una enorme fachada y no podía saber qué es lo que estaba pensando en aquel momento.

-Y que todo ha sido un error y que si no hubieras estado borracho, no me hubieras besado- continuó su amiga terminando la frase por él. Nathan enmudeció: más o menos había querido decir eso pero escucharlo en boca de Heaven resultaba todavía peor. Su voz era fría- lo sé.

Nathan se impacientó. Sólo quería saber los sentimientos de Heaven al haberle dicho aquello pero no le era nada fácil.

-Entonces... ¿Somos amigos?

La cara de Heaven se transformó y dibujó una sonrisa triste.

-Pues claro. Eso ni se duda.

A pesar de la total tranquilidad con que lo trataba Heaven, se sentía aún peor. Preferiría que le gritara que le odiaba o que le pegara. No podía soportar que su amiga le tratara bien y con calma después de lo que le había hecho. Su primo tenía razón: actuaba antes de pensar en los demás. Era un impulsivo sin control.

-Lo siento- susurró él en voz baja.

Heaven clavó sus ojos color esmeralda en los de él y adivinó que ella había comprendido que Nathan tenía conocimiento sobre su enamoramiento hacia el muchacho Styles. La pelirroja se sonrojó, un poco avergonzada.

-No importa- se sinceró ella tratando de ser lo más suave posible. A Nathan se le encogió el corazón, ¿por qué su amiga tenía que ser tan bueno con él? No se lo merecía- sabía que estabas borracho y que no eras consciente de lo que hacías y...- la joven tragó saliva e ignoró el nudo que se había formado en su garganta-y me dejé besar.

-Tú no tienes la culpa- señaló Nathan un tanto alarmado. Se sentía profundamente desdichado por lo que había hecho pero de ninguna manera iba a dejar que su amiga se sintiera culpable por algo que había hecho él mismo- es que beso tan bien que es imposible resistirse- añadió en broma para hacer reír a la pelirroja.

En efecto, Heaven rompió a reír aún con las mejillas algo sonrosadas. Golpeó el hombro de su amigo. A Nathan le dio ternura verla tan roja por su cercanía.

-Que te lo crees tú- bufó la chica.

-Ha sido tu primer beso soñado, ¿a qué sí?- insistió Nathan con su deslumbrante sonrisa.

Heaven se quedó algo cortada y le miró con los ojos como platos. Acto seguido, se llevó una mano a los labios.

-¿Qu-qué? ¿Tan mal lo he hecho?- se cuestionó Heaven totalmente ruborizada. Su piel había adquirido el mismo color de su pelo- ¿cómo lo has sabido?

Nathan soltó una estruendosa carcajada.

-No- admitió- ha decir verdad lo has hecho muy bien. Te añadiré en mi Top 5 de mi lista de “mejor beso”. Me alegro ser el primero, me siento afortunado.

Heaven se azoró aún más si era posible pero consiguió poner los ojos en blanco ante la tontería que acababa de soltar el muchacho. Después, le miró con los ojos entrecerrados. ¿Lo diría solo por animarla?

Pero no era así. A Nathan le sorprendió la calidez con el que le había besado. A pesar de su borrachera durante el beso, se acordaba a la perfección de él y sus suaves labios. Volvería a besarla si pudiera pero supo que estaba fuera de lugar.

-¿Te puedo hacer una pregunta?- le interrogó ella con timidez.

A juzgar por su tono de voz, Nathan supo que aquello no estaba relacionado con el beso que se habían dado por lo que se asustó. ¿Qué le preguntaría? Pero se lo debía a la pelirrojita.

-Lo que quieras- afirmó él intentando sonar seguro- somos mejores amigos, Heaven, no tienes porqué tener vergüenza.

La aludida asintió con timidez y le miró fijamente antes de abrir los boca.

-¿Por qué te emborrachaste en la fiesta, Nathan?- se cuestionó ella con su habitual voz baja- sé que no eres tan tonto como para beber alcohol estando tus padres en el mismo sitio.

Se sorprendió por su pregunta. Se esperaba todas menos aquella. ¿Qué le diría? Cuando Frankie le dijo todas aquellas cosas después de besarla se sintió tan mal que el alcohol fue en lo primero que pensó para calmar sus penas. Pero aquello conllevaba confesar que se había enrollado con Frankie... ¿Qué pensaría Heaven de él? Le odiaría.

-Bueno... Estaba algo agobiado por el comienzo de clases, ¿sabes? Quiero volver al pasado y que sea verano de nuevo- se inventó lo primero que le pasó por la cabeza. Podría ser una buena excusa- he empezado con mal pie este curso- y era verdad. Había hecho tres exámenes con preguntas del curso anterior y las había suspendido todas.

Heaven arqueó una ceja.

-El instituto no te importa lo más mínimo- le espetó ella, dolida- no beberías por esa soez. Tú mismo lo has dicho, somos mejores amigos. Te conozco.

Se mordió el labio.

-Bueno, la verdad es que bebí porque me encanta el vozka y...

La fachada que había estado manteniendo Heaven se difuminó de inmediato.

-¡¿Pero por qué te empeñas en no decírmelo?!- explotó Heaven y el chico se quedó totalmente fascinado al verla roja de ira en vez de la vergüenza. Estaba realmente enfadada- ¿por qué todo el mundo me toma como una tonta que no se entera de nada? ¡Puede que sea tímida pero de idiota no tengo ni un pelo!- chilló ella fuera de sí.

-Heaven...

-¡Mis padres se están divorciando, Nathan! ¡Cuando vino mi padre discutió con mi madre y no volvieron a dirigirse la palabra!- gritó ella, sin dejarle hablar. Inmediatamente, lágrimas se asomaron por sus ojos pero ella no derramó ni una. Nathan estaba demasiado conmovido como para hacer nada- ¡¡pero pretenden hacer como si nada hubiera pasado!! Como si todo estuviera bien. Anoche les oí discutir pero ellos creen que no les he escuchado. ¡Pues no, me quedé toda la noche despierta escuchando cómo se gritaban el uno al otro por primera vez!- Nathan se quedó blanco como la cera. La persona más dulce que conocía había explotado delante de él como una bomba nuclear, y le había dejado completamente paralizado. Alargó una mano para tocarla pero ella se alejó, haciendo aspavientos con la mano- ¡no soy tan inocente como vosotros creéis!

Inmediatamente y con fuerza, la atrajo hacia él y la envolvió entre sus brazos. Sintió unos irrefrenables deseos de besarla para callarla de una vez pero se abstuvo. Sorprendentemente, Heaven le golpeó con fuerza, esta vez en serio y con brutalidad, y se separó de él a la fuerza.

-¡Y... y no te creas que no sé que estás enamorado de Frankie!- soltó ella sin poder evitar el tartamudeo. Nathan vio que su cara estaba cubierta por lágrimas- ¡seguro que es por ella! ¡Bebiste porque te pasó algo con ella!

Nathan se quedó congelado en su sitio mientras veía a su mejor amiga llorar. Vio, horrorizado, que su primo Colin se acercaba a ellos con una mueca de disgusto.

-¿Heaven?- inquirió él en cuanto vio algo raro entre ellos. Se interpuso entre Nathan y la pelirroja y puso cara de sorpresa al ver la cara de la chica- ¡Heaven, estás llorando!

-No es nada...- se limitó a decir ella. Se limpió las lágrimas con rapidez al darse cuenta de que había cometido un error. Había llorado delante del chico que le gustaba y le había echado en cara cosas de las que él no tenía la culpa.

Colin le fulminó con la mirada y Nathan no supo que hacer: no le apetecía discutir con su primo de nuevo.

-¿Qué le has dicho?

-¡Yo no tengo la culpa de nada!- se defendió el chico.

Heaven le lanzó una mirada furiosa y se zafó del abrazo que le acababa de dar Colin.

-¿Nada? ¡Apuesto a que besaste a Frankie y no salió como tú querías por lo que me besaste para olvidarte de ella!

Nathan y Colin la miraron con los ojos de par en par. Nathan no podía creer que Heaven había dicho aquello en voz alta delante de su primo. ¿Es que había perdido la cabeza?



~~~

Julie y Nathan regresaron juntos del colegio. Nathan algo cabizbajo y Julie muy contenta por haber arreglado las cosas con Frankie y por los mensajes de Tom.

En menos de cinco minutos llegaron a casa. En cuanto los hermanos Styles se acercaron a la puerta escucharon mucho jaleo dentro: había visita. Julie rezó por que no fueran ni Zayn ni Beth, los padres de Zath. 

Su hermano Nathan abrió la puerta y vieron a sus tres visitantes en el umbral de la puerta. A los dos jóvenes se le iluminaron la cara.

-¡Abuelos!- gritaron.

Anne, Robin y Will les recibieron con abrazos. En verdad, Robin no era el abuelo de ellos puesto que era el segundo esposo de Anne, la madre de su padre Harry. Pero le trataban como si fuera su abuelo, al igual que Des, el verdadero padre de Harry.

-¿Cómo estáis?- les preguntó su abuelo Will, mientras abrazaba a sus dos nietos más mayores.

La familia Styles iban a visitarle todas las semanas aunque de vez en cuando venía él. Su esposa, Amy Smith, murió hacía cuatro años a consecuencia de un paro del corazón. Julie tenía once años y Nathan diez desde aquel entonces, pero se acordaban a la perfección del día en que murió su querida abuela. Desde entonces, su abuelo Will no era el mismo: ya no sonreía abiertamente y cada vez parecía más viejo. La muerte de su amada le había marcado para siempre y le sumió en una profunda depresión que intentaba ocultar delante de ellos.

Emma tampoco se libró de la depresión. Su madre Amy era una de las personas que más quería y lloró durante días pero tuvo que seguir adelante por sus hijas Anna y Elisabeth, que nacieron poco antes de la muerte de Amy Smith. Las mellizas sólo estuvieron en brazos de Amy una vez y nadie sabía que aquello iba a ser la última vez.

-Se podría estar mejor- le contestó Julie, apartando aquel pensamiento de la cabeza. Siempre le ponía muy triste- hemos empezado el colegio.
-Los niños siempre os quejáis de eso- protestó Will sonriendo. La felicidad no le llegó a los ojos- cuando yo era pequeño...

-Sabemos la historia, abuelo- le interrumpió Nathan antes de que siguiera hablando.

Emma, que había escuchado la conversación, soltó una risita.

-Anda, papá, ve a sentarte en el salón- se ofreció ella al ver que su padre apenas podía sostenerse en el bastón. No era muy viejo: sólo tenía sesenta y ocho años, pero la depresión, de alguna manera, le hacía envejecer.

-¡Un momento!- pidió él mientras Harry llevaba a sus padres al salón- he traído regalos para los nietos de mi hija favorita.

-Eso se lo dices también a April y a Aroa- Em rodó los ojos.

Julie y Nathan sonrieron, ansiosos. Siempre le traían regalos.
Will sacó cuatro paquetes de una enorme bolsa de plástico. Le tendió dos a su hija Em para que se los diera a Anna y Elisabeth: se trataba de dos chaquetitas de cuero para las niñas.

-Esto es para ti- comentó Will sacando un pequeño paquete envuelto. Nathan frunció el ceño al ver que tenía la forma de un libro.

El joven rompió el envoltorio y se esforzó por ocultar la decepción de su cara. Su abuelo siempre le traía regalos guays pero aquello fue la excepción.

-Un libro...- masculló él.

-Lee el título- le animó su abuelo.

Nathan le dio la vuelta al libro para ver la portada. Sus labios formaron una "O" al leer el título.

-Cómo tratar a una chica para conquistarla- leyó él con voz avergonzada. Alzó la vista para ver a Will- ¡¿pero qué es esto, abuelo?!

Emma y Julie rompieron a reír ante la ocurrencia de Will.

-Tu madre me dijo que tienes muchas novias así que ya es hora de que empieces a saber cómo tratarlas.

-¡Papá!- gritó Em, poniéndose roja- se suponía que era un secreto.

Su hijo Nathan le fulminó con la mirada. Se dio cuenta de que su madre sí le había visto besarse con Aja y sospechaba de lo ligón que era en la escuela.

-Bueno, ¿y para mí?- preguntó Julie, ansiosa por saber de qué se trataba su regalo. Le lanzó a Nathan una mirada altiva.

-Para ti, querida, esto.

Julie tomó en sus manos el paquete. Era mucho más pequeño que el de su hermano y era duro. Arqueó una ceja mientras lo abría.

-¿Un disco de Taylor Swift?- inquirió ella, alucinada, al ver qué era. ¿Desde cuando su abuelo era fan de la cantante? ¡Después de lo que le había hecho a su hija!- este disco es de 2014. Hace mil años.

-Tampoco fue hace tanto- le dijo su madre- tú naciste en 2017. ¿Pero por qué le has regalado ese disco?- preguntó Em, dándose la vuelta para ver al autor de los regalos.

Will se dirigió a su nieta.

-Tu padre Harry me habló de Tom, su hijo. Según él os vio muy acaramelados...- dijo él, tan bocazas como siempre.

Julie se puso rojísima mientras que su hermano se reía de ella, señalándola con el dedo índice.

-¡Sólo estábamos hablando, Dios!- maldijo la joven, poniéndose furiosa.

Se subió a su habitación dando pisotones y dio un portazo al entrar en él. Sabía que se estaba portando como una niña pequeña pero le daba igual: ¿por qué demonios su padre tenía que abrir su bonita boca? ¡Que la abriera sólo para cantar!

Se dejó caer en la cama y le echó un vistazo al disco. En él sólo salía Taylor con una sudadera azulada y mangas blancas. Le cortaban los ojos pero Julie pudo admirar su belleza. Al verle sus carnosos labios, se estremeció al recordar que su padre había besado aquellos labios.

El disco se titulaba 1989. Supuso que era el año de nacimiento de la cantante. De aquel año sólo sabía que fue la caída del muro de Berlín y el final de la Guerra Fría, es decir, hacía milenios.

-Vamos a escucharla- se dijo para sí misma en un susurro. Se levantó de la cama y metió el CD en su radiocasete modernísimo, de último modelo. De inmediato empezó a sonar la primera canción.

Nunca había escuchado canciones tan antiguas de Taylor Swift sino que sólo las de la actualidad por lo que no conocía ninguna de las canciones del disco que le había traído su abuelo.

Estuvo como varios minutos escuchando hasta que llegó la tercera canción titulada Style. Frunció el ceño al escuchar la letra de la canción: parecía que iba dirigido a su padre Harry. Y encima el título de la canción lo hizo más que evidente.

Dejó que el radiocasete reprodujera más canciones. Le llamó la atención cuando llegó a la octava canción.

Porque, cariño, ahora tenemos una enemistad
Sabes que solía ser un loco amor
Así que échale un vistazo a lo que has hecho
Porque, cariño, ahora tenemos una enemistad
Ahora tenemos problemas
Y no creo que los podamos solucionar
Has hecho un corte realmente profundo
Y cariño, ahora tenemos una enemistad.

¿Tuviste que hacer esto?
Pensaba que podías ser de confianza
¿Tuviste que arruinar lo que era brillante?
Ahora todo está oxidado
¿Tuviste que golpearme cuando estaba débil?
Cariño, no podía respirar
Y me lo refregaste tan profundo
Me pusiste sal en la herida, como si te estuvieras riendo justo en frente mío
Oh, es tan triste pensar en los buenos tiempos, tú y yo.


¿Creías que estaríamos bien?
Sigo teniendo las cicatrices de tu cuchillo en mi espalda
Así que no pienses que quedó en el pasado
Este tipo de heridas duran y duran
¿Ahora piensas que lo he superado?
Todas estas cosas te volverán
Y el tiempo las puede sanar, pero esto no
Así que si estás viniendo por mi camino, tan sólo no lo hagas
Oh, es tan triste pensar en los buenos tiempos, tú y yo.


Escuchó atentamente la letra de la canción hasta que terminó. Se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración.

Aquello le hizo acordarse de Zath. Con todas sus fuerzas, trató de contener las lágrimas que le amenazaban por salir.

Olvida lo nuestro, Zath. No volverá a suceder.

No paraba de darle vueltas a lo último que le había dicho a Zath. Se sentía muy orgullosa por haberse mostrado fuerte delante de él después de ver cómo besaba a otra chica. Pero a pesar de haberle dicho que aquello había terminado para siempre, no paraba de pensar en él y en todo el cariño que le había dado en el último mes.

Se odiaba a sí misma por seguir queriéndole después del daño que le había hecho pero es que la llama se había encendido de nuevo en cuanto escuchó las siguientes palabras del chico.

¿Aún no te enteras? Te quiero, Jules. Te quiero con todo mi corazón y estoy enamorado de ti. 

Se le puso la piel de gallina el recordar las palabras que le había dedicado. ¿Sería verdad? ¿Había llegado a enamorarse de ella? Pero aquello ya daba igual: había quemado el papel que le había tendido y había cortado con él para siempre.

Se incorporó en cuanto oyó una canción que no pertenecía al disco de Taylor Swift. Apagó el radiocasete y abrió el mensaje que le acababan de mandar.

Tom Swift: qué haces?

Julie: escuchando un disco de tu madre. 1989.

Tom Swift: uuuuuf, el disco lo lanzó un año después de mi nacimiento. Qué pasa, no puedes parar de pensar en mí?

Julie: más quisieras. Te recuerdo que eres tú el que ha conseguido mi número.

Sonrió. ¿Estaban tonteando? ¡Y con el mismísimo hijo de la ex novia de su padre! No le dio tiempo a pensar en nada más puesto que la puerta de su habitación se abrió. Su padre entró a su cuarto.

-Chivato- masculló Julie. Dejó el móvil en la mesilla de noche y se cruzó de brazos, tratando de aparentar enfadada.

Harry sonrió sarcásticamente y se sentó en la cama, al lado de su hija. Alargó el brazo para coger la carcasa del disco.

-Así que se trata del disco 1989- murmuró él, divertido- en ese disco me dedicó una canción- siguió comentando. Parecía orgulloso.

-La de Style, ¿a qué sí?- adivinó la muchacha y su padre asintió con la cabeza- ¿no te sentiste mal por todas las cosas que te dice en la canción?

-Que va. De hecho, me pidió permiso antes de lanzar el disco y le dije que sí. Es bonita.

Julie puso el labio inferior encima del superior, pensativa. Ahora que lo pensaba, tampoco le había dedicado malas palabras.

-La verdad es que sí.

-Julie, ¿qué te traes en manos con Tom?

La aludida abrió los ojos como platos al escuchar la directa pregunta de su padre. Se mordió el labio, un poco avergonzada.

-Nada. Le vi por primera vez en la fiesta después de cinco años- se sinceró ella.

Harry respiró hondo, al parecer, aliviado. Julie puso los ojos en blanco: por eso mismo no le había dicho nada de Zath.

-Bueno, vamos a comer. Tus abuelos te esperan abajo- le dijo Harry antes de levantarse de la cama y dirigirse a la puerta.

-Dile al abuelo Will que tenga cuidado cuando baje.

Harry soltó una carcajada estruendosa. Se dispuso a salir hasta que recordó algo.

-Por cierto, el quince de octubre tiene lugar el MTV Video Music Awards en Los Ángeles. Vendrás.

Julie iba a replicar hasta que se acordó del castigo impuesto por su madre por haber hecho pellas el primer día de clase. ¡No, no y no!

-¡Jolines, papá!- se quejó la chica soltando un suspiro de indignación. ¡Encima tenía que volar hasta Estados Unidos!

-Venga anda, no seas quejica. Te lo pasarás bien y conocerás a muchos famosos, la gala de premios es muy divertida- y dicho esto, cerró la puerta tras él con una sonrisa pillina.


~~~

Guiomar dividió sus snacks salados en cuatro cuencos pequeños y los colocó con cuidado en la mesa baja de su salón, que se situaba justo enfrente de los sillones. Se sentó en uno de ellos, a la espera.

Se sentía un poco triste y su desdicha aumentó aún más al ver a su hija Gwendolyn bajar por las escaleras muy contenta. Estaba enfadadísima con Gwen y ella, en vez de sentirse culpable como lo harían todos los demás niños, se paseaba alegremente por la casa con su típica sonrisa deslumbrante.

La niña había comenzado fatal el curso: la habían examinado y no había acertado ninguna pregunta, pero lo peor de todo era que no parecía importarle. Los profesores, preocupados por la educación de Gwen, la habían llamado para explicarle la indiferencia de la niña hacia la educación.

-Gwenny, ¿qué te he dicho?- le dijo Guiomar a su hija con una voz fría y enfadada- ¡estás castigada: súbete a tu cuarto y haz los deberes!

La niña entrecerró los ojos y la fulminó con la mirada. Entonces dio media vuelta y se dirigió hacia la cocina, sin hacerle el más mínimo caso.

Guiomar se cabreó aún más. No sabía qué estaba haciendo mal: siempre se preocupaba por su hija y cuando debía, la regañaba con frivolidad. ¿Por qué Gwendolyn no la obedecía? Debería tenerla miedo cuando se enfadaba y obedecer sin rechistar, como todos los demás niños.

Se tocó la barriga, le quedaban más o menos seis meses y medio para recibir al mundo a aquel niño o niña. Pero últimamente se lo estaba replanteando mucho... ¿Era una mala madre? No quería que su segundo hijo fuera tan desobediente como Gwenny.

Se sobresaltó al escuchar el timbre y se dirigió como una bala a la puerta. En el umbral vio a sus dos mejores amigas: Emma y Hayley. Eran las cinco y media de la tarde así que habían sido puntuales.

Abrazó primero a Hay con fuerza: hacía casi dos semanas que no la veía ya que acababa de volver del viaje con su esposo Garrett.

-¡Te he echado tanto de menos! Pensé que te ibas a quedar a Australia a vivir por las cartas que me enviabas diciendo lo bonita que era- bromeó Guiomar y, al soltarla, le dio un plantó un beso en la mejilla morena de ésta.

-Pues quizás me lo replanteo... He hecho muchos amigos canguros allí- se rió Hayley mientras Guiomar abrazaba a Emma.

Emma y Hayley entraron al interior y se sentaron en distintos sofás. Guiomar se sentó con Hayley, que era más grande. Em empezó a picar algunos snacks de la mesa que había preparado antes Guiomar.

-¡Cuéntanos detalladamente el pedazo de viaje!- le pidió Guiomar, entusiasmada.

Hayley empezó a relatarlas su semana y media de viaje y lo precioso que era Australia. Em y Guiomar se morían de envidia, nunca habían ido a Oceanía. Mientras Hay explicaba el día en el que un canguro atacó a su esposo Garrett, Guiomar la interrumpió:

-¡Gwendolyn Avon!- gritó ella al ver a la pequeña de ocho años salir de la cocina después de haber estado tanto tiempo metida ahí. Gwen la miró- ¡SUBE A TU CUARTO!

-¡No!- consiguió decir la niña con un hilo de voz. Se le notaba el miedo y la tristeza en la cara pero acto seguido adoptó una actitud desafiante.

Guiomar miró a su amiga Emma como pidiéndola ayuda. Ella tenía cuatro hijos y tenía bastante experiencia con los niños. Emma resopló y se levantó del sillón, dirigiéndose a su ahijada. La verdad era que ninguno de sus hijos habían sido tan cabezotas y rebeldes como ella a tan temprana edad.

-Gwen, haz lo que te dice tu madre- susurró Em después de agacharse junto a ella para verla a los ojos- ¿de verdad quieres ser una niña repelente? Decepcionarás a tu madre.

La niña la miró, dubitativa. Abrió la boca para replicar algo pero se lo pensó mejor y alzó el cuello para mirar a su madre, que la observaba con enfado y los brazos cruzados. Con una sonrisa malévola, volvió a dirigirse hacia su madrina y la gritó:

-¡Me importa un bledo lo que piense mi madre!

Acto seguido, subió corriendo hacia la escalera, dando pisotones ruidosamente, sin mirarlas a la cara.

-Madre mía- masculló Hayley, abriendo los ojos como platos. Estaba sorprendidísima por la actitud de Gwenny: antes no era así. Guiomar, a su lado, bajó la cabeza.

-Lo suyo no es ni medio normal- habló Guiomar con voz apenada. Le había hecho muchísima ilusión ser madre...- soy una mala madre, estoy haciendo las cosas mal.

-¡Ni si te ocurra volver a decir eso!- le gritó Emma, enfadada. Hayley asintió enérgicamente con la cabeza, apoyándola.

-Eres una excelente madre- añadió la morena.

Guiomar les lanzó una mirada de agradecimiento pero no sabía si estaban siendo sinceras con ella. ¿Por qué los hijos de Emma eran educados y la suya no? La responsabilidad era de la madre, sin duda.

-No lo creo- suspiró, cansada y triste. Se encorvó para coger unos cuantos snacks de la mesita y comió con desgana- el tutor de Gwenny vino a hablar conmigo y me ha contado que no es nada responsable y que se porta fatal en clase.

Emma y Hayley miraron a su amiga con una mirada divertida.

-Tú eras igual- le recordó Hayley.

-No es verdad- se negó Guiomar- no era tan mala...

-Eras peor- afirmó Emma con una sonrisita.

Guiomar se quedó un minuto en silencio, reflexionando.

-Bueno... Pero lo mío era comprensible, mi madre nunca fue una madre y... ¡Oh Dios, eso significa que estoy siendo como mi madre! Por eso Gwendolyn se comporta como yo- a Guiomar se le cayó el mundo a los pies. Definitivamente era una mala madre, como su madre lo fue con ella. Se le encogió el corazón y por una milésima de segundo se planteó abortar el bebé que tenía en la barriga.

Hayley volvió a negarle aquello mientras que Emma se quedó un rato pensativa por lo que había dicho Guiomar.

-Creo que ya sé porqué Gwen actúa de ese modo- dijo Em de repente.

Hay y Guiomar la miraron con curiosidad.

-Cuando eras pequeña...- susurró Emma con la cabeza en las nubes y los ojos mirando al infinito- ¿por qué desobedecías al profesor y te portabas mal?

Guiomar supuso que se lo preguntaba a ella así que se paró a pesar un momento antes de responder:

-Quería llamar la atención de mis padres. Que se quedaran en casa por mi mal comportamiento y pasaran tiempo conmigo- les explicó Guiomar tristemente. Desafortunadamente, su plan nunca funcionó: sus padres pasaron de ella durante toda su vida. Al parecer, los trabajos de ambos eran más importantes que su hija.

Emma sonrió, como si fuera lo que quería escuchar, y Hayley abrió los ojos de par en par.

-Eso es exactamente lo que está haciendo Gwendolyn.


~~~


Heaven llegó a las seis y cuarto a su casa. Respiró hondo, mirando la puerta principal con cierta tristeza, y la abrió no sin antes meter la llave.

-¡Me echaste en cara lo que hice dieciocho años atrás! ¡No te lo perdonaré nunca!

Como todos los días cuando llegaba del colegio, escuchó gritar a sus padres. Le rompía el corazón cada vez que escuchaba la voz rota de su madre y la súplica de su padre para que la personara.

-¡Joder, Nicole, te he dicho mil veces que no quería decir eso!

Tiró la mochila al suelo con suavidad y caminó en silencio, cabizbaja, para adentrarse en su casa. Solo que ya no sentía que aquella fuera su casa.

-¡¿Qué no querías decirlo?! ¡Entonces qué...!- su madre se interrumpió súbitamente al verla cruzar por delante de la puerta del salón. Al parecer, no le habían escuchado entrar.

Su padre, que estaba de espaldas, se giró también para verla.

-Podéis seguir discutiendo- les dijo Heaven haciendo un esfuerzo sobrehumano para no mirarles a la cara.

-Heaven...- su padre Thomas se acercó a ella y la tomó de los hombros.

La joven sintió que sus lágrimas la amenazaban por salir. Lo que menos le apetecía era llorar delante de sus padres por lo que se zafó del abrazo de su padre con fuerza y subió a su cuarto a toda prisa. Al llegar a su habitación, ya tenía las mejillas mojadas.

-¡Mira lo que has hecho! ¡¡Eso pasa por presionarme!!- gritó Nicole con voz furiosa desde la planta baja.

Sabía que los gritos iban a continuar por lo que cerró la puerta de su habitación.

Se tiró sobre su cama y enterró la cara en la almohada. No quería llorar pero no podía evitarlo. Era su culpa. Ella había llamado a su padre para que volviera a Lostfield pero su intención era que sus padres volvieran a estar juntos. Había tenido el efecto contrario.

Ojalá su padre nunca hubiera regresado.

Por ese mismo motivo había llegado tan tarde a casa. A las dos, al salir del colegio, Colin y Aisha la acompañaron a la casa de la segunda para animarla. Al enterarse del beso entre Heaven y Nathan no habían parado de acribillarla a preguntas. Pero eso a ella no le importó, era mejor que soportar a sus padres. Intentó salir lo más tarde posible de la casa de su mejor amiga pero Colin tenía entrenamiento de baloncesto y Aisha clases particulares de matemáticas.

Echaba muchísimo de menos la cara de felicidad de su madre cuando veía a su padre o cuando una prenda de su marca se volvía famosa. Hacía un año que aquello no ocurría y le rompía el corazón. Tenía fe en que su madre recuperaría esa sonrisa en cuanto su padre volviera de Nueva York.

Se equivocaba.

Se quedó horas en esa posición, sin poder parar de llorar y escuchando los continuos gritos de sus padres que no desaparecían ni con la puerta cerrada, hasta que la puerta de su habitación se abrió.

-Iros- masculló Heaven con voz flemática, sin levantar la cabeza, suponiendo que eran sus padres.

Escuchó la puerta cerrarse pero escuchó pasos: alguien se acercaba a ella. Uno de los dos se sentó en la cama, lo supo al sentir cómo el colchón se aplastaba. Le acarició el pelo con suma delicadeza y Heaven sintió un escalofrío.

-Heaven...

La aludida se quedó estática al escuchar la voz. No se trataban de sus padres sino de Nathan. Había ido a verla. Se incorporó de un salto y se lanzó al cuello de su amigo, sollozando. El chico no soltó su pelo.

-Lo... Lo siento mucho, de verdad- dijo la pelirroja en un susurro, hipando sin poder evitarlo- por decirle a Co... a Colin lo que pasó... Se me escapó...

Nathan la apretó contra él más fuerte aún.

-No pasa nada, Heaven- le dijo él tranquilizadoramente- es más, me lo merecía.

Heaven sonrió un poco y se separó de él. Vio tristeza reflejada en los ojos de Nathan: le había dado pena.

-No pude parar de pensar en lo que me dijiste esta mañana en el patio...- siguió diciendo él y Heaven supo que se refería a cuando explotó y le gritó que sus padres no paraban de pelearse.

-Ya, bueno- la pelirroja se separó un poco de él y volvió a su posición inicial, solo que sentada en vez de tumbada- no he oído el timbre.

-En realidad...- Nathan enmudeció y la miró duramente, debatiéndose en contárselo o no. Heaven le miró y, con la mirada, le dijo que se lo contara inmediatamente- bueno, eh...- balbuceó, dudoso- justo cuando iba a llamar, tu madre abrió la puerta para largarse de casa sin parar de gritar a tu padre. Ni siquiera me miraron. Entré y... aquí estoy.

A Heaven se le encogió el corazón pero se dijo que era mejor saberlo. Miró a su amigo Nathan.

-Gracias- farfulló la chica.

-De nada- su amigo Nathan intentó sonreír, dispuesto a animar a Heaven pero la alegría duró poco.

Escucharon golpes y más golpes en la habitación contigua, la de sus padres. Heaven frunció el ceño y salió de la suya para ver de qué se trataba.

Thomas estaba sacando ropa del armario con brutalidad, haciendo muchísimo ruido. Sacó una enorme maleta del él. Metió la ropa sin cuidado y sin doblarla.

-¿Adónde vas?- le preguntó Heaven por encima de todo el jaleo que estaba montando su padre.

Thomas cogió un par de zapatos y la miró con ojos tristes. Heaven vio marcas de lágrimas en las mejillas de su padre.

-Me marcho. Vuelvo a Nueva York, Heaven.

Inmediatamente, miles de lágrimas salieron por sus ojos y en cuestión de segundos, ya tenía la vista borrosa.

-¡No!- chilló. Era un grito que helaba las venas- ¡no puedes irte! ¡Papá, no!- suplicó ella.

Thomas evitó mirarla a los ojos y metió más cosas en la maleta. Un minuto después, la cerró sin costarle nada y la colocó en el suelo. Era una maleta enorme: había guardado casi todas sus pertenencias.

-Me tengo que ir, mi niña- dijo él con la voz cargada de dolor. Sabía que intentaba contenerse- tu madre...  no me quiere aquí.

El mundo se le cayó encima. Tenía un dolor incesante en el pecho y apenas podía articular palabra. No, esto no le puede estar ocurriendo a ella. Sus padres se amaban.

-Me iré contigo- habló Heaven sin pensar, de repente. Su padre la miró con los ojos abiertos pero negó con la cabeza.

-No. Tienes que... cuidar de tu madre- murmuró él con la voz quebrada.

Heaven escuchó unos pasos por detrás de ella.

-No te vayas, por favor- le pidió Nathan. Se lo decía de corazón. Estaba sufriendo por ver a su mejor amiga de esa manera.

Thomas aguantó las lágrimas.

-Prometo que vendré cada mes a visitarte- dijo él como si le estuviera suplicando a su hija.

Heaven cerró los ojos y cayeron mil lágrimas más. Se dejó caer de rodillas, en silencio. Jamás había sentido un dolor como aquello: su padre se marchaba para siempre de aquella casa.

Notó unos brazos alrededor de ella y supo que era su padre. La abrazaba con fuerza, con cariño y con calidez. Pero ella no hizo nada, simplemente se dedicó a llorar. Después de varios minutos así, su padre la soltó. Escuchó la rueda de la maleta: se estaba yendo de casa.

Nathan estaba furioso con Thomas. No podía abandonar a su hija, no podía dejar las cosas así. ¡Tenía que luchar por su esposa! Bajó corriendo por las escaleras y vio al padre de una de las chicas que más quería en este mundo abrir la puerta principal, dispuesto a salir de aquella casa para irse a otro continente.

-¡No hagas eso!- le gritó él con voz suplicante. Thomas se quedó petrificado en el umbral de la puerta, escuchándole. Pero no se giró para verle- no la abandones. Heaven te necesite. No la dejes sola.

Thomas se limpió la cara con las manos y Nathan supuso que se estaba limpiando las lágrimas para que no le vea llorar. Se giró y le miró directamente a los ojos.

-No la dejaré sola- le respondió él con la voz profundamente rota. A Nathan le rompió el corazón ver a una persona que conocía de toda la vida de esa manera- sé que la cuidarás- en ese momento, se asomó una lágrima que fue rodando por la mejilla de Thomas.

Dicho eso, cerró la puerta tras sí y dejó a Nathan solo en el hall de la casa de los Wells. Palideció.

Subió lentamente las escaleras y volvió al cuarto de la pelirroja. Estaba en el suelo llorando, tal y como la había dejado. Nathan resistió las ganas de llorar y la abrazó por detrás, apoyando su cabeza en el hombro de esta.

-¿Se ha ido, verdad?

Nathan cerró los ojos y se le escapó una lágrima.

-Sí- era un leve murmullo pero su amiga le oyó porque se giró para abrazarle de nuevo.

Parecía una muñeca rota, en pedazos, pidiendo a gritos que la recompusieran. Se apegó a él fuertemente, buscando una manera para eliminar todo aquel dolor que la consumía.

-Papá...

Nathan sintió unas ganas sobrenaturales para animarla. Quería ver su preciosa sonrisa, haciendo que sus pequitas se ensancharan. Quería borrar todas las lágrimas que habitaban en las mejillas de la pelirroja. Quería que se esfumara toda la angustia que sufría Heaven. Acercó sus labios de los de ella y sus ganas de besarla aumentaron. Sólo para animarla, se dijo. Quería besarla para que desapareciera el dolor. Los alientos de ambos jóvenes se entremezclaron y ninguno dio el paso, dudosos.

Nathan juntó ambas frentes y acercó su cara un poco más de la de ella, de manera que ambos labios se rozaron. Nathan sintió un escalofrío recorrer por su espalda y decidió abrir la boca, sin importarle lo que pasara después.

De alguna manera, se sentía atraído por aquella pelirroja pecosa.


~~~


Julie miraba tristemente el techo de su habitación, tendida en la cama. Al acabar los deberes, se había quedado horas y horas así. Estaba de bajón.

La puerta de su dormitorio se entreabrió y la cabeza de su madre salió de ella.

-¿Quieres cenar, cariño?- le preguntó ella con voz adormilada.

Julie dijo que no y siguió mirando el techo, con la mirada perdida. Su madre adivinó por lo que estaba pasando por lo que entró y se tumbó al lado de su hija, sin decir ni una palabra.

Después de unos minutos bastantes largos, Julie habló:

-Mamá- paró un momento antes de hablar- ¿cuándo supiste que amabas a papá? ¿Cuándo te diste cuenta que era el amor de tu vida?

Volvieron a quedarse en silencio. Su madre no contestó en los próximos cinco minutos por lo que Julie supuso que estaba pensándoselo muy bien.

-Lo nuestro no fue un amor a primera vista....

-Pero en el libro...- le interrumpió Julie, frunciendo el ceño. Según Lo que en un minuto podría cambiar, su madre se había puesto muy nerviosa al ver al gran cantante Harry Styles en la enfermería, después de desmayarse en el concierto.

Su madre supo lo que estaba pensando, por lo que se apresuró a decir:

-Era una cría y no podía concebir la idea de estar enfrente de un famosísimo- explicó ella, aún a su lado en la cama- me apegué a él cuando me invitó al McDonalds por su amabilidad y carisma. Por eso me emocioné cuando me invitó a su garaje para que le arreglara el Renault azul, su coche. Además era muy atractivo y te derretías con tan solo escuchar su voz o ver sus ojos.

Julie escuchó con atención las palabras de su madre.

-¿Y cuándo te enamoraste de él?

-Después de enterarme que padecía cáncer... Estaba tan rota que me besó con tanta delicadeza...- Julie pensó que le daría asco escuchar cómo su madre narraba el beso entre ellos pero había tenido justo el efecto contrario: amaba cómo se amaban sus padres. Además, aquél fragmento estaba en el libro y le pareció una escena muy tierna y bonita- y supe que estaba perdida. Me había enamorado completamente de él.

-Tienes tanta suerte, mamá... ¿Y cuándo supiste que no podías vivir sin él?

De forma inmediata, Emma contestó:

-Cuando arriesgó su vida al donarme su riñón. Jamás me sentí tan agradecida y querida.

Julie sonrió con tristeza. El amor de sus padres parecía un cuento de hadas... Aparte de las últimas páginas del libro, cuando vivieron separados después de la muerte de una de las mejores amigas de su madre a la que nunca conoció: Anna.

-Si sabías que él era tu otra mitad, ¿por qué rompiste con él, según tú "para siempre", tras la muerte de Anna?- se cuestionó ella al reflexionar.

Tampoco tardó en responder a aquella pregunta.

-Inconscientemente, sabía que volvería con tu padre. Sabía que sin él no podría formar mi propia vida. Estaba esperándole mientras él esperaba por mí- le contó ella con voz melancólica y nostálgica- pero es que me había sentido tan, tan, tan traicionada... Me ocultó la muerte de una de mis mejores amigas. Como bien sabes, Bambi me preguntó si le quería y le dije que no porque en realidad le amaba. Le amaba a pesar de lo que me había hecho.

Julie tembló un poco. Por mucho que quisiera a una persona, sabía que le costaría muchísimo si le ocultaran la muerte de Frankie.

¿Perdonaría ella a Zath por haberse besado con otra chica? Le seguía amando después de lo que él le había hecho. La había engañado con otra pero, al igual que su padre había hecho con Em al ocultarle la muerte de Anna, lo hizo por su bien.

Su padre había besado a una chica en la discoteca, tal y como mencionó él en la última página del libro: cuando Em le preguntó si había estado con otra chica mientras habían roto. Su madre había besado a Zac. Pero ninguno de los dos se había acostado con otra persona. Estuvieron separados durante diez meses y ninguno dio el paso con otra persona que no fueran ellos.

Zath, en cambio, no aguantó ni un mes. Y, para colmo, estaban juntos. No sabía qué pesar respecto a él. Las palabras del moreno retumbaban una y otra vez en la cabeza.

Su madre se levantó de la cama y la miró por primera vez a los ojos de la chica, los mismos del hombre al que amaba con toda su fuerza.

-Haz lo que te dicte el corazón. Es tú decisión perdonarle o no- dijo ella antes de marcharse rápidamente. Había adivinado sus pensamientos.


~~~


Guiomar no había parado de darle vueltas a lo que le había dicho Emma aquella tarde.

¿Por qué su hija querría llamar la atención? Si ella siempre la atendía y pasaba muchísimo tiempo con Gwenny. Incluso le regalaba muchas cosas. Todo eso antes de ser tan desobediente, claro.

-Ey.

Guiomar giró la cabeza y vio a su marido Walter, mirándola de manera preocupada. La chica le sonrió con dulzura y le dio un beso en la boca.

-Te veo muy pensativa- alegó él al separarse de ella- ¿es por lo que te ha dicho la profesora?

Guiomar le había contado todo cuando Walter había regresado del trabajo.

-Sí- afirmó ella en un susurro- y también por lo que ha dicho Em. No entiendo porqué quiere llamar más la atención de todo lo que tiene.

Walter la rodeó con los brazos y la chica colocó su cabeza en el pecho de éste. Su contacto siempre le tranquilizaba.

-Solo hay una manera de saberlo- comentó él y Guiomar levantó la cabeza para mirarle- preguntárselo.

Suspiró. Walter tenía razón: la única forma de saber el motivo por el que su hija se portaba de aquella manera era preguntárselo directamente a Gwen.

-Está bien- dijo ella. Le tomó de la mano y los dos se levantaron del sofá para dirigirse al dormitorio de su hija.

Tal y como esperaba, Gwendolyn estaba tumbada a un lado en la cama pero estaba despierta.

-Gwenny...

La niña, al ver a sus padres, dio media vuelta para darles la espalda. A Guiomar le dolió el corazón, ¿y si la odiaba? Ignoró aquel pensamiento y dio dos zancadas para sentarse en la cama de su niña. Walter se agachó al suelo a la misma altura donde estaba tumbada Gwendolyn.

-Queremos hacerte una pregunta- dijo su padre con delicadeza y sin rastro de enfado en la voz.

Gwen les miró, confusa. Esperaba que la regañasen no que la hablaran con suavidad.

-Vale- aceptó ella con su voz de niña, para sorpresa de Guiomar y Walter.

-Sabes que los estudios son muy importantes... Es muy importante para tu futuro, si no estudias, no trabajas. Y si no trabajas, te mueres de hambre y vives en la calle. ¿Tú quieres eso?

Gwendolyn palideció al oír las palabras de su madre. Se quedó quieta durante unos segundos, con la mirada fija en su peluche amarillo. Después la miró y negó con la cabeza.

-Entonces, ¿por qué te portas tan mal? Tienes que hacer los deberes y atender a la profesora- dijo, esta vez, Walter.

Gwen miró a uno y después a otro. Después, se quedó sin palabras.

-¿Por qué lo haces?- interrogó Guiomar, con los nervios a flor de piel- no tienes nada de qué temer. Tu padre y yo estaremos a tu lado, pase lo que pase. Te queremos más que a nada.

-Mentira.

A Guiomar le palpitó fuertemente el corazón: así que Em tenía razón. Gwen dudaba del amor de sus padres hacia ella. Pero, ¿por qué?

-¿Por qué dices eso? Nosotros te queremos- intervino su padre.

-Ya no me queréis. Queréis más a vuestro otro hijo- soltó ella con voz enfadada.

A Guiomar se le heló la sangre y Walter frunció el ceño.

-¿Qué otro hijo?

-El que mamá tiene en la tripa.

Guiomar se quedó congelada en su sitio mientras que su marido la veía con los ojos desorbitados sin poder creerse lo que estaba oyendo. Parpadeó, como si su esposa no fuera real.

-Guiomar... Dime que esto es una broma.

La aludida tragó saliva. Quería habérselo dicho en un momento especial pero no tenía otra alternativa. Su pequeña hija le había estropeado la sorpresa.

Dos pares de ojos la observaban, esperando una respuesta. Guiomar sonrió y se puso de pie.

-Estoy embarazada- confesó.

En un principio, Walter se quedó paralizado al oír que iba a ser padre por segunda vez pero, después, la abrazó con fuerza y la besó.

-¡Oh, Dios! ¿En serio? ¡¿Vamos a tener otro hijo?!- gritó él entre beso y beso. Guiomar notó la cara húmeda.

-Sí, cariño- respondió ella y se apartó para mirarle. Él tenía los ojos brillantes: no era la única que lloraba.

Después se dio cuenta de su situación y miró a su hija, que les observaba con tristeza desde su cama.

-Gwenny...

-¡No! ¡Queréis más al bebé que a mí!

Guiomar y Walter intercambiaron una mirada. Así que Gwendolyn quería llamar la atención porque creía que dejaría de ser querida por el bebé.

-Eso nunca. Gwen, el bebé que tengo dentro es tu hermano- dijo Guiomar- y voy a quereros igual, eso sí, hasta el infinito y más allá. Nunca, escúchame Gwenny, nunca, dejaremos de quererte.

-Te amamos más que a nada y te pedimos que trabajes en la escuela- pidió Walter, aún conmocionado por la noticia que le acababan de dar.

Gwen les miró, algo perpleja y dubitativa, pero sonrió.

-¿De verdad?
-Pues claro que sí. No sé cómo te has enterado de mi embarazo, supongo que te metes donde no te llaman como cuando yo era pequeña- se rió Guiomar.

Gwendolyn, sin poder contener las lágrimas, se lanzó a los brazos de su padre. Después alargó un brazo para rodear a su madre también. Se sentía tan aliviada...

Se quedaron así, abrazados durante varios minutos, sintiendo el calor de la familia que nunca había sentido Guiomar durante su infancia. Gwen se separó del abrazo de sus padres y miró hacia la barriga de Guiomar, que no estaba abultada aún puesto que sólo tenía dos meses.

-Espero que vengas pronto, hermanito- susurró y, acto seguido, acarició la tripa de su madre.