-La
mayoría de las palabras españolas que acaban en ón tienen acento en la “o”. ¿Alguien me podría decir un ejemplo?
Habían
pasado cuatro días desde el comienzo del curso. Ahora era lunes a primera hora
de la mañana y Emma ya estaba agotada. El fin de semana había estado en casa y
se dio cuenta de que iba a echar muchísimo de menos aquel hogar. Sólo iba a
permanecer dos días a la semana… Aunque, sobre todo, extrañaría a sus
hermanitas y a la comida de su madre.
Español
era un puro coñazo. Ahora echaba un poco de menos a su antiguo profesor
Rodríguez, Guiomar y ella siempre se quejaban de que era un profesor amargado y
muy duro; aunque comparado con el profesor Navarro (su actual profesor) no era
nada.
-Señorita
Smith, ya que usted está muy interesada en mi clase- repuso el profesor con
sorna, sobresaltándola de su asiento. Guiomar, que estaba detrás de ella en la
clase de Español soltó una risita- dime una palabra en castellano que acabe en ón.
Odiaba
a su profesor. Siempre buscaba una excusa para amargarla, aunque ella, como era
buena en Español, siempre le atacaba.
-León,
camión, avión y aburridón.
-Aburridón no existe- contestó el
profesor Navarro.
-Ya lo
sé. Palabra nueva- bromeó ella y toda la clase empezó a reírse. Nicole, que
estaba a dos asientos más adelante la guiñó un ojo.
El
profesor, rojo como un tomate, respiró hondo e iba a decir algo cuando el
timbre sonó. Había acabado la primera hora de la mañana. ¡Por fin!
Emma
salió a toda pastilla de la clase y Raquel, que también iba a su clase, se le
unió rápidamente. Al cruzar la puerta, la rubia miró la alarma y le dio un beso
al aire. ¡Le había salvado la vida!
-Te
entiendo, Español es un aburrimiento- suspiró su amiga pecosa, cargada de carpetas- soy
bilingüe y todo lo que dice me lo sé… Es como si estuvieras aprendiendo inglés.
-Bueno,
al menos sacarás dieces- sonrió Emma. Miró su agenda, ahora tenían Educación
Física.
De
camino al gimnasio, que estaba en el primer piso, dos chicas de segundo año la
pararon.
-¿Te
puedo pedir un autógrafo?- preguntó una tímidamente. Era muy pálida para su
gusto y muy rubia. Su compañera, que era justo lo contrario, parecía estar
convulsionándose.
-¿Un
autógrafo?- se sorprendió Emma.
-Claro-
se rió Raquel- recuerda que eres la novia de Harry Styles. ¡Eres popular en todo
el colegio!
La
rubia abrió los ojos como platos. ¿Sólo por ser la novia de Harry firmaba
autógrafos? Increíble y a la vez espantoso. Además, ya no lo era. Apartó esa
idea de su mente y se acercó a las dos chicas para firmarles su cuaderno a la
fuerza. Ellas la sonrieron agradecidas y Em se despidió simpáticamente.
Pronto
todos los alumnos de primer y segundo año llegaron a la clase correspondiente.
Era la única asignatura obligatoria para todos así que todos los estudiantes de
cada año entrenaban juntos dos horas a la semana. En este caso, los de primer y
segundo año tenían gimnasia los lunes y miércoles. Todos se dirigieron a los
vestuarios y se cambiaron de ropa a uno más deportivo.
-¡Hola!
Me llamo Talia- saludó la profesora de Educación Física al entrar todos al
gimnasio. Era una mujer joven y la piel bronceada. Tenía un cuerpo muy bien cuidado y,
había que admitirlo, era guapa. Todos los chicos abrieron los ojos como platos
al verla.
-Uy,
veo que se te cae una baba…- dijo Nicole sarcásticamente. Thomas, a su lado,
comprobó rápidamente si era cierto.
-Cállate-
la acalló él en broma al ver que era mentira- está buenísima, y encima con esos
tops…
La
pelirroja rodó los ojos. Guiomar, a su lado, empezó a reírse.
-Yo
pensaba que Thomas era gay- le susurró.
-No es
gay- atacó Nicole un poco enfadada- ¿por qué le dices eso a Tommy?
Guiomar
se sorprendió por la reacción de su prima. Alzó una mano en señal de paz.
-Vale,
vale. Es lo que decía toda la clase. Mi antigua clase- recalcó.
-Yo
seré vuestra profesora de porrismo, baile moderno y aerobic - comentó Talia, la
profesora, alzando la voz. No servía de nada porque los chicos aún seguían
mirando a otra parte- el profesor Dickens, que será vuestro profesor de
Gimnasia los miércoles, será entrenador de Voleibol y Fútbol americano.
-¡Joder!-
se quejó Thomas en voz baja. Nicole, a su lado, sonrió.
-Emma-
la aludida se sorprendió al escuchar su nombre en boca de su profesora. ¿Cómo
sabía su nombre si la acababa de conocer?- soy fan de One Direction- se
explicó, leyéndole la mente- a lo que iba, debes quitarte la pulsera. En
Educación Física está prohibido.
Em se
miró la muñeca y su corazón empezó a latir muy rápido. No se había dado cuenta
que aún llevaba la pulsera que le unía a Harry, donde ponía “mi tonto”. Por el
rabillo del ojo, notó que Guiomar la miraba seriamente. Obedeció a la profesora
y se guardó la pulsera en el bolsillo de su chándal.
La hora
transcurrió rápidamente. La profesora Talia tenía veinticuatro años y era
divertida, aunque a las chicas le cansaban que los chicos la miraran
continuamente. Pasaron dos horas más hasta que dieron las dos, hora de comer.
-Todas
las chicas se fijan en ti- le susurró Raquel al entrar en el comedor. Y en
efecto, varias miradas se centraron en Emma, aunque varios chicos también.
-Me
parece una tontería. Sólo soy la novia de Harry, que además es una persona
normal y corriente- comentó Emma mientras caminaban a una mesa libre.
-¡Ah!-
gritó Elisabeth, que estaba a la izquierda de Raquel- no digas eso. ¡Harry es
per-fec-to!- Emma rodó los ojos y las tres se sentaron en una mesa con la
bandeja en la mano- ahí viene Guiomar con Hayley.
Elisabeth
levantó la mano para llamar a sus dos amigas y Emma cerró los ojos. Mierda…
-¡Hola
chicas!- exclamó Hayley, muy alegre. Guiomar, en cambio, no traía buena cara y
se le notaba exhausta. Emma se preocupó, pero Raquel la salvó.
-¿Qué
te pasa?
-Acabo
de tener Historia del Arte- suspiró ésta. Todos arquearon una ceja, sin
entender- y Marcos es el profesor- se explicó.
-¿Marcos?-
preguntó Raquel de nuevo, abriendo los ojos.
-El
señor Anderson- se corrigió la rubia.
-¡Pero
es adorable! Es tan guapo…- suspiró Elisabeth, risueña.
Guiomar miró a la guapa jovencita, incrédula a lo que acababa de oír.
-Bueno,
es la verdad- se sonrojó ella.
-Es muy
mayor para ti- opinó Raquel.
-No
exageres- empezó Elisabeth- yo creo que tendrá veinte como mucho.
-Tiene
veintiún años- se adelantó Guiomar. Aunque pronto se arrepintió de abrir el
pico. Hayley y Emma la miraron.
-¿Cómo
lo sabes?- dijo Elisabeth.
-Eh…
Bueno, más o menos se nota…- se excusó Guiomar. Emma empezó a enfadarse en su
fuero interno: su amiga actuaba tan mal… ¡Como la descubrieran, la podrían
expulsar! Elisabeth se lo tragó, aunque, por otro lado, Raquel frunció el ceño
pero no dijo nada.
-¿Qué
vais a hacer esta tarde?- preguntó Hay.
-He
quedado con mi prima a dar un paseo- comentó Guiomar, contenta del repentino
cambio de tema de su mejor amiga- quiere ligarse a un tal Danny y necesita mi
ayuda- acto seguido puso los ojos en blanco.
-Yo
pasearé a mi gatito fuera de la universidad- comentó Elisabeth- ¿os venís?
Raquel
asintió. Emma iba a aceptar de buena gana, necesitaba darse un poco el aire,
pero Hayley también se apuntó y las ganas se disiparon.
-Eh, Elisa- dijo de repente una voz nueva, chasqueando los dedos.
Ninguna de las chicas había notado la presencia de Nicole. Estaba delante de la mesa, de pie, con una mano en la cadera.
-Me llamo Elisabeth.
-Lo que sea. Pero aun así sigue siendo igual de feo- comentó ella, parpadeando- a lo que venía, tu demoníaco gato no para de molestarme.
-Otra vez igual. ¡Que mi gata no es demoníaca!- explotó la aludida.
-Paz- intervino Hayley.
-¡Sí! Es tu culpa que sea demoníaca, no haberla llamado así.
-Kitty no es demonio en chino. Eso te lo has inventado- Guiomar se metió en la conversación.
-Ajá. Está en internet. Y no cambies de tema, aparta tu asquerosa gata de mi cama o...- empezó a amenazarla aunque Elisabeth pronto la atacó.
-¿O qué?
-O denunciaré a tu gata. Le daré motivos al director de la Universidad para que la echen a patadas.
Emma y Raquel se taparon con la boca para no reírse.
Y antes de que Elisabeth dijera algo, Nicole se giró, ondeando su pelo rojizo en toda la cara de su enemiga. La chica estaba que echaba humos por las orejas.
Cuando
todas las chicas se fueron, Em se subió sola a su habitación y se tumbó en la
cama. Necesitaba poner en orden sus pensamientos.
Notaba
la mirada de todo el mundo y eso le agobiaba muchísimo. Y todo eso sólo por ser
la novia de Harry… Al acordarse de él no pudo evitar preguntarse dónde estaría
en aquel momento. Se levantó de golpe de la cama y echó un vistazo al
calendario que estaba encima de la cama de Elisabeth (para contar los días que
le faltaban para su cumpleaños, el mejor día del año según ella). Hoy era 19 de
septiembre, por lo que One Direction estarían de gira en Australia…
Se puso
de pie y cogió su mochila, donde estaba el chándal. Sacó el pantalón y cogió su
pulsera. Sonrió al verla aunque varias lágrimas se deslizaron en sus mejillas.
Se lo compró el día del cumpleaños de Harry, le regaló una pulsera donde ponía
“mi pequeña” y ella “mi tonto”, como se llamaban desde aquel entonces. Cuánto
lo echaba de menos.
Cogió
el móvil y sintió ganas de llamarlo pero pronto recuperó el control de su
cabeza y lo tiró al suelo. No podía hacerlo. Habían roto, la había traicionado.
Había traicionado su confianza.
Era la
segunda vez que rompía con Harry. La primera vez, claramente, fue por culpa de
Taylor y la segunda de él mismo. Se sentó en la cama y, por primera vez, meditó
cómo era su vida actualmente.
Había
perdido a todo el mundo. Todos sus amigos le ocultaron la peor cosa del mundo,
algo imperdonable. Había perdido a Anna, a Guiomar, a Harry, a los chicos, a
Hayley y a Bambi. El único con quien hablaba era Zac que cada vez se llevaba
mejor con él. Era un buen chico y fue el único que no quería ocultárselo.
Guiomar
entró en la habitación y se mordió la lengua al verla. De repente, las dos
sintieron la tensión en el ambiente.
-¿No
ibas con… Nicole?- Em tragó saliva.
-Ya ha
conseguido hablar con Danny así que yo no pintaba nada allí- dijo la mayor.
Emma
asintió, cohibida, y se sentó en la cama. Debería de salir de la habitación y
hacer nuevos amigos pero no le apetecía firmar más autógrafos y mucho menos
hablar con gente interesada. Rezó para Guiomar se fuera, pero no lo hizo.
-¿Leíste
mi regalo de cumpleaños?- preguntó Guiomar de repente, tras media hora de
silencio.
-No.
Era una
gran mentira. Lo había leído como unas quinientas veces después de que se
enfadara con ella. Se lo sabía de pe a pa, prácticamente.
-¿Podemos
hablar?- insistió la rubia. Se acercó a su amiga y se sentó en su cama. Emma se
apartó bruscamente al otro lado del lecho.
-Que
estemos en la misma habitación no significa que tengas la libertad de hablar
conmigo- repuso ella, enfadada y a la vez apenada. No miraba a Guiomar aunque
ella, sí.
-¿Alguna
vez me perdonarás?
Meditó
la respuesta. Ni ella lo sabía. Había pensado en aquello muchas veces. Anna no
querría verlas así y ni mucho menos por culpa de ella. No, lo que menos querría
Anna es verlas enfadadas después de su muerte. Estaría segura de que si ella
estaría viva la estaría gritando todo el día.
-Quizás.
Pero no volverá a ser como antes- contestó. Esta vez, Guiomar sí apartó la
mirada.
-¿Sabes?
Harry no tiene la culpa- Guiomar creía que era hora de sincerarse. Conocía
perfectamente a Emma y sabía por lo que estaba pasando. Y después de ver a
Harry en pleno ataque de ira y tristeza…- fui yo la que le obligué a que no te
lo dijera. Fui yo.
-¿Y él
es tu perrito faldero?- contestó la chica cruzándose de brazos.
-Vamos,
no seas así- respondió la mayor, alzando la voz- pensaba que era lo mejor para
ti. Sabes que él te quiere, y sé que tú le quieres también. Fue el único chico
a quien entregaste tu corazón.
Una
parte de su cerebro le daba la razón a Guiomar, pero vino la otra parte mala y
la rechazó. No podía verle a la cara después de saber lo que le había hecho.
-Y
cuando digo que he sido yo, es que he sido únicamente yo- repitió Guiomar
lentamente, como si Em fuera tonta. En realidad lo hacía para calmarla- ni Hay
ni Bambi tienen la culpa. Ni los chicos.
No
quería hablar de ello. Su corazón empezó a palpitar rápidamente y creyó que
estuvo a punto de salírsele del pecho. Los ojos le escocían y supo en este
momento que iba a echarse a llorar. Se fue de la habitación.
Tras
llorar cinco minutos en el baño bajó al jardín. Se encontró con Grace allí y
ella le presentó a sus amigos: Shailene y JG (su nombre real era Joachim
Gyspyc, como era de esperar, lo odiaba y de ahí su apodo. Dijo que le llamaron así por su
tatarabuelo) y ambos eran pareja. Al principio le revolvió un poco el estómago
pero más tarde se fue acostumbrando. No eran iguales que Harry y ella, ellos
apenas se mostraban cariño, lo máximo era una mano en el hombro.
Por ahí
de las once se subió a su habitación. Todas sus compañeras estaban dormidas en
su cama correspondiente, menos Nicole, que no estaba en la habitación. A saber dónde
se había metido la pelirroja. Se acercó a su lecho, agotada, y nada más tocarla
se zambulló la cabeza a la almohada. Pero notó algo rígido.
Con los
ojos entrecerrados por la oscuridad, divisó un papelito doblado en la almohada.
Cogió su móvil del bolsillo e iluminó el papel, para poder ver cuatro números: 88-20.
Primero
frunció el entrecejo y leyó otra vez. Al principio pensó que eran
dos habitaciones de la universidad, pero no tenía ningún sentido. Se encogió de
hombros, se le habría caído el papel a alguna de sus compañeras. Volvió a
tumbarse, sin cambiarse, y en menos de un minuto se sumió en un sueño intenso.
-¡Emma!
Llegas tarde a clase- fue el primer chillido que recibió aquella mañana y
procedía de Raquel. La vio enfrente de ella nada más abrir los ojos- ¡a Textos
Literarios Ingleses IV!
Emma
salió pitando de su cama, ayer se había acostado muy tarde, aunque al parecer,
no era la única. Nicole también se vestía a toda prisa con cara adormilada.
Guiomar, Hay y Elisabeth no estaban, por lo que concluyó que se habían ido a clase ya.
-¿Dónde
estuviste ayer?- le preguntó Emma a Nicole mientras se pasaba un cepillo por su
sedoso cabello.
-Danny-
fue lo único que dijo para que las otras dos lo entendieran. Ella sonrió y sus nuevos pendientes tintinearon- es tan mono.
Se repasó una vez
más los labios de cacao y salió de la habitación como una bala no sin
despedirse.
-¡Venga!-
la alentó Raquel. A Emma sólo le quedaba cepillarse los dientes, aunque no
había desayunado. Su amiga se sentó en la cama y vio el papel arrugado- ¿qué es
esto?- preguntó, enseñándoselo a Emma.
-Ni
idea. Vamos- le urgió Emma. Ambas salieron de la habitación y se dirigieron a
la clase correspondiente ya que hacían la misma carrera.
A tercera hora, Emma y Raquel salieron de su reciente clase: Prácticas
de la asignatura Evaluación Psicológica. Era una de sus favoritas, pero sólo
porque el profesor era joven y muy simpático.
Se dirigieron a la planta baja donde se encontraron con las
demás chicas. Prácticamente, todo el mundo estaba allí. Hoy anunciaban todo
sobre las actividades extraescolares. El profesor Dickens, el profesor más
mayor de la universidad y con rostro muy severo, se subió a una silla y comentó
ante la multitud de toda variedad de años.
-¡Bien! Como ya sabréis, yo seré profesor de Fútbol Americano
y Voleibol- anunció, sin una pizca de emoción en su voz- no os penséis que
podréis hacer lo que os dé la gana. ¡Sudaréis como perros! ¡Y sufriréis!- al
parecer, quería dar miedo a todos sus alumnos, pero ellos se mostraron impasibles.
-¿Ese viejo cincuentón se cree que me va a dar miedo?-
le susurró Thomas a Nicole, en la última fila.
-Bien- carraspeó y colocó su chaqueta roja. Todos los
chicos esperaron hasta que retomó de nuevo el monólogo- la profesora Memimger…
-Podréis llamarme Talia- interrumpió la profesora, al lado de
él, aunque con los pies en el suelo. A su otro lado estaba Marcos.
-Será vuestra profesora de porrismo, aerobic y baile moderno.
Esta vez sí hubo murmullos de chicos protestando. El
interlocutor alzó una mano y todos se callaron de golpe.
-El profesor Anderson…- señaló al joven y éste les saludó con
la mano- dará Baloncesto.
-Pffff, ¿baloncesto? ¿Es en serio?- se burló Guiomar en voz
baja. Hayley, a su lado, se encogió de hombros. A ella sólo le interesaba al
profesor que iba a dar teatro que estaría con Raquel.
-Podría haberme apuntado en baloncesto…- comentó Elisabeth en
voz baja. Emma, a su lado, se rió.
-Si no sabes jugar…
-Bueno… Pero él me enseñará y podré acercarme más a él… Nos
besaremos, nos haremos novios, nos casamos, tendremos hijos…
-Sigue soñando- murmuró una Raquel divertida.
El profesor Dickens nombró a unos cuantos profesores más. La
profesora Woodville, que le daba únicamente a Nicole y Guiomar Geometría,
enseñaba teatro y patinaje artístico.
Los alumnos se dispersaron. Guiomar, Hayley y Raquel se
quedaron un rato más para charlar hasta que Marcos les interrumpieron.
Guiomar y Hayley se miraron y la rubia le pidió ayuda con la
mirada.
-No hay problema- respondió la morena, dándole un empujoncito
leve a su amiga. Miró a Marcos por última vez y arrastró a Raquel hasta la
cafetería.
-Menos mal que aquí no está Elisabeth, si no estaría cargada
de celos- comentó Raquel.
-Ya ves- sonrió Hayley. Rezó para que le fuera bien a su
amiga.
En el otro lado, Guiomar y Marcos enmudecieron, nadie supo
cómo comenzar la conversación.
-Ésta me cae mejor- se le ocurrió a Marcos.
-¿De qué me hablas?
-Es más amable que Emma- aclaró mientras subían a la cuarta
planta. Ahí aún había alumnos y no quería que nadie le molestara- ayer vino a
regañarme.
Guiomar se quedó boquiabierta. Quiso irse de allí y abrazar a
su mejor amiga, pero sabía que era una tontería.
-¿Por qué me has llamado? Sabes que así levantarías
sospechas, ¿no?
Marcos asintió al entrar a su querida clase, con su mesa.
Guiomar se sentó en la silla enfrente del gran escritorio.
-Ya lo sé.
-¿Eres consciente de que si te pillan te expulsarán?- atacó
Guiomar fríamente.
-Así es. Aunque a ti también, eres mayor de edad y eres
consciente de ello.
La chica se calló. Marcos tenía toda la razón.
-En realidad, he venido para explicarte por qué he venido.
Guiomar asintió desinteresadamente y se acomodó en el
respaldo de la silla. Miró a su profesor, sólo y exclusivamente profesor.
No podía engañarse.
-El día que viniste a visitarme- vio que la muchacha arrugó
una frente- después de lo de mi hermana.
-Ah, sí- respondió.
-Bella lo supo todo.
-¿Qué todo?
-Que me gustas- comentó con total normalidad. Guiomar casi se
cayó de la silla- y cometí un error.
-Mira, si me vas a hablar de tu crisis amorosa mejor me piro
de aquí…
-¿Quieres escucharme?- respondió él con voz ahuecada. Dio un
golpe a la mesa. Guiomar le miró- bien. Le mentí a Bella.
-Pues vale. ¿Puedo irme ya, profesor?- dijo sarcásticamente.
El corazón le palpitaba mil.
Marcos se asqueó por la actitud de Guiomar. La miró. Le parecía
que le daba igual, no le interesaba, le había olvidado.
-Dime una cosa- Marcos se encorvó en la silla y la miró
fijamente- ¿me sigues queriendo?
Y Guiomar, aún sosteniendo la mirada, contestó:
-No.
~~~
-Por siempre y para siempre jamás- murmuró.
-Eso me suena a gloria.
Y entonces continuamos apurando con alegría esa pequeña pero
perfecta fracción de nuestra eternidad.
Un suspiro más
y sería el número cien aproximadamente. Liam cerró la última página del libro,
en un mes se había terminado la saga completa. Dejó Amanecer a un lado de la cama y dejó que un amasijo de pensamientos
fluyeran por su mente. Marii le hizo leer esta saga por segunda vez y, desde
luego, se lo había leído con otros ojos. Ya no se burlaba de los sentimientos
de Bella, ya no, aunque le parecían excesivos.
-Ey
aguafiestas, ¿salís o qué?
El emisor era
Zayn, que se situaba en la puerta de la habitación del hotel donde residían los
cinco cantantes. Se dirigía a los tres que estaban tirados en la cama, es
decir: Liam, Harry y Niall.
-Estamos en
Australia, chicos. ¡En Australia!- intervino Louis, muy contento. Zayn, sonriente y murmurando un "ese es mi chico" en broma, abrazó a su mejor amigo.
-No me apetece
salir- masculló Niall, llevándose una mano al flequillo, que le tapaba los ojos.
Acto seguido se puso boca abajo, tapándose la cara con una almohada blanca.
-Venga, es la
segunda vez que venimos aquí…
-No, Zayn.
Estoy cansado- respondió esta vez Liam, menos malhumorado que Niall.
Los miembros más mayores de la banda se miraron y sonrieron tristemente. A sus tres amigos le pasaban lo mismo. Amor.
Cuando se fueron, Harry levantó la cabeza por primera vez.
-¿Estamos en
Australia?- preguntó en voz alta, frunciendo el ceño.
Liam volteó su
cabeza hasta él y Niall hizo lo mismo, apartando su cara de la almohada.
-Harry, ¿en
qué mundo vives?- le dijo el rubio, alzando una ceja.
Él les miró
con los ojos desorbitados de la sorpresa.
-¿Desde cuándo
estamos aquí?
-Harry- habló
Liam con una voz muy severa- ¿has notado, acaso, que te has montado en un
estúpido avión durante más de 14 horas?
-No.
Niall se
acercó a su mejor amigo, sentándose en la cama donde estaba él. A continuación,
le frotó la frente con las manos.
-¿Qué haces?
Niall se
mordió un labio. No, no tenía fiebre. Liam también se acercó a ellos,
últimamente le preocupaba Harry. Niall y él también lo estaban pasando fatal,
aunque no tanto como Harry, al parecer.
-¡Os estaba
bromeando chicos! Claro que sé que estamos en Australia, no soy tonto- y se
echó a reír.
Los otros
fruncieron el ceño. Ambos pensaban lo mismo: esa no era la actitud de Harry,
hacía siglos que no se reía.
-¿Qué mosca te
ha picado?- escupió el irlandés.
-Sólo os
quería sacar una sonrisa- admitió el de la cabellera rizada, sonriendo un poco-
Zayn y Louis tienen razón.
-Lo sé-
suspiró Liam, sonriendo un poco- vamos a salir fuera.
-No me
apetece- se negó Harry. Podía esforzarse a hacer bromas y a reírse, pero no a
dar un paseo en vista de mucha gente.
-No quiero
firmar autógrafos- resopló el irlandés también- ya he tenido suficiente.
-Venga, iremos
tapados y además a un lugar donde nadie nos moleste- insistió el más mayor de
los tres.
-No sé yo…
-Venga, Harry.
-Liam tiene
razón.
-Está bien-
admitió Harry finalmente, con una gran sonrisa en la cara. Los otros dos se sorprendieron al verle así después de un mes con lágrimas y llantos.
Los tres
sonrieron a pesar de que sus corazones estaban hechos pedazos, sobre todo el de
Harry y Niall. Un minuto después, tras arreglarse un poco los tres salieron del
hotel.